Julia Peiro

En la calle Ancha (el carrer Ample, porque lo era, claro está, más que sus vecinos) hay pancartas colgadas de los balcones en protesta por el ruido que hacen quienes van de vinos. “Toda Barcelona viene a divertirse aquí…”, rezan. Y no es cierto. En esas calles que circundan la Merced están la gran mayoría de tascas para ir de vinos de la ciudad; pero esa gente no se acuesta tarde. Las tascas, a las once, o antes, están casi vacías. Me parece más lógico que haya ruidos en la zona, hoy más de moda, del otro lado de la Layetana, la que rodea Santa María del Mar, y en puntos bastante determinados de la Barceloneta, donde el noctámbulo de tres al cuarto se toma la calle como escenario de sus gracias; el noctámbulo de verdad es, en la calle, hombre serio que se diferencia del madrugador en que tiene los ojos como dos rayitas que no quieren abrirse. Y viceversa. […] Lo que quería contarles es que ahí, de tasqueo, pero eso sí, a primera hora, cuando todavía los vecinos no duermen, me encontré a unos amigos que de sopetón me sueltan: “Tío, no te has venido por la Escola d’Estiu…” Eso debe caer por las horas solares, y no es mi especialidad, me disculpo. Y me disculpo, no por nada, sino porque parece que eso no había que perdérselo por nada. “Es un desmadre acoquinante”, dicen. […] “A última hora hay recitales de cançó, y otras muchas cosas. Han ido el Ovidi, el Muntaner” […] “El último año, lógicamente por las circunstancias del país, estuvo muy politizada la Escola d’Estiu. Este año tiene el aire que le corresponde. Es un ambiente muy libre, todo el mundo hace lo que quiere. Hay muchos tenderetes donde se vende comida, desde butifarra amb mongetes hasta crepes y ropa hindú, y pendientes… Un día se leyó un poema de Kavafis, y a partir de aquí la gente pintó con sprays metros de plástico transparente; pintaba lo que quería, con un fondo de música que cambiaba de Pink Floyd a Bach…” Y después de todo esto, me sueltan que la Escola d’Estiu Rosa Sensat cierra ya sus puertas. Habérmelo contado antes, tíos.